SOROLLA Y LA ESCULTURA PINTADA en PALACIO VILLENA MNE

 

  • Martes a sábado, de 10 a 14 h y de 16 a 19.30 h

  • Domingos y festivos, de 10 a 14 h
  • Una exposición que explora la relación del pintor valenciano con la escultura, a partir de los viajes que realizó a varias ciudades castellanas entre 1902 y 1910. Interiores de catedrales, palacios e iglesias son los protagonistas de esta otra faceta del valenciano, en un diálogo entre escultura y pintura.


La muestra, agrupada en tres ámbitos, reúne algunas obras de Joaquín Sorolla que tienen como protagonista a la escultura y que fueron ejecutadas desde su juventud y formación hasta su madurez. En el primer ámbito encontramos obras de Sorolla realizadas en su época de formación en Valencia, donde ejercieron una gran influencia tanto sus visitas a Madrid como su estancia en Roma y otras ciudades italianas. 



En un segundo ámbito se abordan las obras producidas en los viajes realizados a distintas ciudades castellanas, a las que fue en busca de una pintura más personal tras el reconocimiento nacional e internacional alcanzado en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. 



El tercer y último ámbito de la exposición se centra en la época de madurez de Sorolla, donde podemos comprobar que, en el punto álgido de su carrera, cuando abordó el ciclo de la Visión de España (1911-1919), la figura escultórica siempre figuró entre los temas preferidos del pintor. Y lo mismo sucedió cuando no viajaba: las esculturas que decoran su casa-taller y sus jardines también sirvieron como motivo de inspiración hasta sus últimos días.

La exposición, organizada por el Museo Nacional de Escultura en colaboración con el Museo Sorolla y la Fundación Museo Sorolla, forma parte del proyecto expositivo ‘Viajar para pintar’, incluido dentro de la celebración del programa ‘100 años del fallecimiento de Joaquín Sorolla’. 


Los viajes que hace a León en las primaveras de 1902 y 1903 le permitirán admirar la catedral y la escultura policromada de sus portadas, no perdiendo la oportunidad de ofrecer su visión de la misma a través de sus pinceles y su ojo fotográfico.



 En octubre de 1906 viaja a Segovia, donde visita alguno de sus lugares más emblemáticos, entre ellos el Monasterio de El Parral. 



Las visitas a las ciudades de Ávila y Burgos forman parte de un mismo viaje que realiza entre finales de marzo y principios de abril de 1910, donde experimentará la dureza de la tierra y el clima castellanos.





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